En el lapso de nuestra existencia, vemos la flora y la fauna que nos rodean como algo natural: plantas y animales que damos por hecho son autóctonos del lugar y que siempre han estado allí. Sin embargo, esto no es así. Asociamos los camellos con África y Asia, pero la especie apareció en América del Norte y los únicos dromedarios salvajes se encuentran en Australia. Algunas de estas especies que hoy creemos autóctonas fueron en su día "invasoras" y desalojaron a otras "nativas". Estas contradicciones obligan a replantearnos la muy presente cuestión del peligro y los trastornos que suponen las llamadas "especies invasoras" como otra cara de la biodiversidad. En este libro se examina a través de una multitud de casos la cuestión de hecho que formulan estas especies y deja en el aire, asimismo, la pregunta de si nuestros actuales temores al respecto no pueden ser, a la larga, contraproducentes.