Cuando el médico le coge las manos para anunciarle que tiene cáncer de mama, lo primero que teme Raquel, guionista y madre soltera de un niño de cuatro años, no es perder la teta, sino su pelazo, y encima justo ahora que acaba de hacerse la queratina. A medida que asimila la noticia y arranca el tratamiento, el miedo se asienta como un fiel compañero de viaje, al que ella pone a raya a golpe de un humor descarado y sin complejos.
Sin ínfulas de oncoinfluencer, Raquel Haro nos ofrece una lección magistral sobre cómo recorrer uno de los trayectos más oscuros de la vida sin perder la esperanza ni el sentido del humor. Pero, sobre todo, y acaso más importante, nos enseña qué hacer cuando tu hijo te quita la peluca en medio del parque, cuando pierdes la prótesis saltando en un concierto de Rigoberta Bandini o tu nuevo ligue prefiere no verte sin sujetador.