Cuando su esposa Emmy le regaló un sencillo microscopio por su cumpleaños, no se podía imaginar hasta dónde podría llegar con él un médico rural llamado Robert Koch. Su nombre quedaría unido al de un bacilo, el de la tuberculosis, que él descubrió, al igual que haría con el del cólera.
Koch era un hombre con una firme voluntad, constante hasta el final, desinteresado y paciente. Y aunque autoritario, frío y reservado, era amable con sus discípulos y colaboradores, frente a los que nunca pronunció palabras de reproche o despecho.
Como científico tenía una gran capacidad analítica y creadora. Sus trabajos eran sencillos, objetivos y claros. Robert Koch, a partir de aquel sencillo microscopio, supo llevar el mundo de los microbios a la ciencia.