Los bonobos hacen el amor y no la guerra: para no discutir juegan a esgrima con sus miembros.
Las iguanas se masturban justo antes de aparearse para que el acto dure menos en los entornos peligrosos.
Hay animales que llevan 40 millones de años sin sexo.
Algunas luciérnagas macho prefieren aparearse con farolas.
Los bracitos del Tyrannosaurus rex servían para sujetarse durante la cópula.
Las vaginas de los patos azulones hembra tienen trampas para controlar la efusividad de los machos.
Si «Buscando a Nemo» estuviera basada en hechos reales, el protagonista habría nacido hermafrodita, habría crecido como macho y habría llegado a practicar sexo con su padre.