En lo más profundo del bosque o a la vuelta de la esquina, abandonados a las mentiras del lobo disfrazado de abuelita o del internauta anónimo, fascinados por la sonrisa seductora del vampiro o del vecino rijoso? la maldad nos acecha. Porque, como sostiene Espido Freire, «los monstruos existen». Habitan entre nosotros, lo queramos o no; forman parte de nuestra vida cotidiana, desde tiempos inmemoriales: sutiles o sangrientos, sibilinos o brutales, familiares o desconocidos. Son los malos del cuento. Durante siglos, los mitos, las leyendas y los cuentos de hadas han dado cumplida noticia ?y aviso? de su presencia, a la par que han servido de guía para enfrentarse a ellos.