Una dieta sin sal conviene preferentemente a las personas afectadas por insuficiencia hepática, descompensación cardiaca e hipertensión, y también a las que padecen de sobrepeso o celulitis. Explicado en términos sucintos, al introducir en el organismo una cantidad de sal inferior, se retiene menos agua, disminuye el volumen de la sangre en circulación y se aligera el trabajo del corazón. Pero es preciso insistir en que la reducción en el consumo de sal beneficia asimismo a las personas sanas porque con ello se refuerza el principio de que una alimentación equilibrada, sin exceso de grasas ni de sal, contribuye a mantener el organismo en buenas condiciones de salud a lo largo de los años. En las más de 100 recetas reunidas en este libro, en general sencillas de preparar, se resalta el sabor de los alimentos por su modo de cocción y por un amplio uso de especias, que permite combinaciones sumamente agradables al paladar.